Fervor y multitudes. La gira del “Sí se puede” por dentro

Fervor y multitudes. La gira del “Sí se puede” por dentro

SALTA.- “Mirá lo que son mis manos…” Mauricio Macri levanta los brazos magullados y muestra los pequeños cortes y raspones en ambas manos, producto de los rasguños y tironeos de la gente. Su voz, al límite de la disfonía, deja expuesto el cansancio, aunque en todo momento el Presidente sonríe. “¡Viste lo que es! Todo es energía, amor, esperanza. Es muy fuerte, muy fuerte. En 2015 no era así”, dice, emocionado, Macri.

Todos quieren tocarlo, abrazarlo, sacarse una fotografía. Todos quieren una parte de él. El cordón de seguridad hace lo que puede para contener a las decenas de personas que se le tiran encima. Nada es suficiente. “Es una energía que nunca vi”, describe el jefe del Estado. Detrás de él se mueve un aceitado mecanismo organizativo.

¿Alcanzará para forzar el ballottage? Nadie se atreve a dar una respuesta afirmativa. “Es muy difícil”, reconocen en su entorno. En todo caso, tampoco importa en este momento, aseguran. Macri y su grupo están convencidos de que algo se está gestando. Un fenómeno inédito con consecuencias que no se pueden medir, al menos en esta etapa.

“Hago lo que siento que tengo que hacer, toda la gente que fue ahí cree de verdad que estamos construyendo una Argentina distinta, nos tenemos que dar tiempo”, dice Macri, casi como un ruego. Una oportunidad más, eso es lo que busca con desesperación. Eso es lo que lo motivó a salir de su zona de confort, esa desde la que siempre construyó poder y saltó sin red a una aventura con final abierto.

Macri se deja llevar. Interactúa con su público. Lo hace participar del ritual. Salta, al igual que en Tucumán y Mendoza, superó las expectativas de los organizadores de las marchas del #SíSePuede. “¡Vamos Argentina!”, grita y le acerca el micrófono a un chico, que está en la primera fila. El niño, de no más de 12 años no puede hablar, solo llora. Su madre, también. Son feligreses escuchando la palabra de su líder. Son sus votantes, parte de esos ocho millones de personas que lo eligieron el 11 de agosto a los que impulsa a dar la pelea en la calle, a salir a convencer a los enojados. Y a los que también les pide cuidar el voto.

El apoyo popular actúa como un combustible. Macri los arenga, los invita a soñar con el milagro electoral. Pese al calor, que golpea con fuerza, la gente responde. El “sí se puede” resuena una y otra vez. Macri los escucha y hace el gesto de abrazarlos desde el escenario que se armó a los pies del monumento a Güemes, el héroe gaucho. “Lo sentí, los escuché y tomé nota. Sé lo que ha sido llegar a fin de mes, el agobio, la angustia”, dice en tono intimista.

Reticente a los actos de esta naturaleza, que siempre evitó, Macri dice que todo cambió el 24 de agosto. En medio de la crisis económica y aún golpeado por la paliza electoral de las PASO, ese día miles de personas se convocaron en la Plaza de Mayo para brindarle su apoyo. “La gente me fue a buscar y me dijo: ‘Vamos’. Fue un quiebre de todo”, se confiesa.

Pero el clima dura un instante y vuelve al tono de candidato. “Es así. Es así. Tenemos muchos problemas que resolver, pero trayendo los problemas del pasado no ayudamos nada. Hay que seguir trabajando para resolver las cosas que no hemos podido, pero no volver al pasado”, lanza el Presidente.

Todo está digitado al detalle. Alrededor del candidato siempre se mueve el mismo grupo de colaboradores. No son más de 15, entre los que están el vocero presidencial, Iván Pavlovsky; el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis, y su secretario privado, Darío Nieto, Daro, su sombra. En varios tramos de la gira también apostó fuerte a la presencia en el escenario de su esposa, Juliana Awada. En esta oportunidad también están el vicejefe de Gabinete, Andrés Ibarra, y el secretario de Cultura, Pablo Avelluto.

La escala salteña del tour nacional #SíSePuede avanza sin contratiempos. Ya pasaron 19 de las 30 previstas; entre las destacadas, además de Salta, estuvieron Belgrano, Mendoza y Tucumán. “Superó todo lo que imaginamos”, dicen los organizadores. Hasta ahora fueron más de 320.000 personas -el jueves en esta ciudad juntaron unas 15.000 personas-, según Juntos por el Cambio. Y todo desembocará en la marcha en el Obelisco, el sábado 19, donde esperan una participación récord.

Mientras Macri habla, el equipo de seguridad trabaja en la salida. Se preparan para otra lucha cuerpo a cuerpo. El Presidente tiene que atravesar un pasillo de unos 60 metros que custodian voluntarios. Está expuesto, lo sabe él y lo sufre Alejandro Cecati, el jefe de la custodia presidencial.

Pero Macri extiende su discurso y reta al musicalizador, que ya se preparaba para el gran final. El sol ya se ocultó y el Presidente les pide a los miles que lo escuchan que vuelvan a sus casas con tranquilidad y que limpien el desorden que dejaron. “Cuídense, que tengan una noche y una vuelta a casa maravillosas. ¡Los amo, salteños queridos! ¡Fuerza, fuerza, fuerza!”, grita al límite de lo que le permite la maltrecha garganta.

Ahora sí, el “Sí se puede” gana espacio, mientras de fondo suena otro de los hits macristas: “Se da vuelta, esto se da vuelta, Mauricio la da vuelta…”, repite el estribillo del jingle de la campaña. Macri sonríe y se envuelve entre sus brazos, una señal de abrazo. Nadie se mueve, todos cantan y gritan.

El Presidente saluda a los que se acercaron hasta el escenario. Macri se lanza sobre la gente y Cecati lo agarra de la cintura. Su cuerpo se vuelca sobre la muchedumbre. Está casi entero en el aire y llega a tocar las manos de las segunda y tercera fila. Para evitar la caída, casi en cuclillas, el jefe de la custodia se tira con todas sus fuerzas para atrás. La escena se repite en cada costado de la tarima de cuatro por 15 que se desplegó. La liturgia se completa con los besos al aire y el puño derecho en alto.

Macri baja del escenario y la gente se le va encima. Es la última oportunidad para tocarlo. Nadie quiere dejar pasar esa oportunidad y él se entrega. Por momentos el pasillo serpentea y se hace más angosto. El candidato camina impulsado por su custodia y llega al final del camino, donde lo espera una camioneta. Macri salta a la caja junto al senador Juan Carlos Romero. “¡Gracias, gracias, gracias!”, repite. La marcha ahora se convierte en una caravana.

La gente corre al lado de los vehículos. Lo saluda y él responde. Lo mismo ocurre con la gente que sale de las casas. Son en su mayoría gritos de aliento, pero también hay algunos reproches. La camioneta avanza cinco cuadras y se detiene, ya no hay gente a los costados. Macri desciende ayudado por un custodio y se sube a la “cápsula”, como se denomina a su vehículo, que en menos de 30 segundos sale disparado rumbo al aeropuerto.

El resto de su equipo corre a las combis que los esperan. No hay tiempo que perder, una distracción los podría dejar fuera del Tango 04. Es que Macri quiere regresar rápido, es un día especial, Antonia cumple ocho años.

 

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