Un mes para poner en marcha el gobierno

Un mes para poner en marcha el gobierno

Ya son pocos los ministros que insisten en golpear la puerta del presidente Alberto Fernández y de su ministro de Economía, Martín Guzmán. Es que desde hace 75 días la respuesta es la misma: no hay plata.

Mientras algunos de sus colegas hacen malabares para mostrar un gobierno en movimiento, como un orfebre Guzmán trabaja para lograr tiempo. Ese es su objetivo, un tiempo -en términos económicos sería el reperfilamiento de los vencimientos de la deuda- que le permita al Presidente poner en marcha su plan de gobierno. Este objetivo, hasta el momento, solo lo pudo desarrollar con cuentagotas por las urgencias que debió atender por la crisis económica que le dejó su antecesor. Como si no fueran pocos los problemas y las urgencias, el Presidente se impuso una fecha límite para mostrar resultados, el 31 de marzo. Ese día, según le dijo a Horacio Verbitsky, “vamos a tener bien claro cómo estamos”.

Como consecuencia de esto, marzo se transformó en un mes bisagra para el Presidente. Así es como lo vive Alberto Fernández, quien trabaja en la presentación del discurso que dará ante la Asamblea Legislativa, el próximo domingo, que, según prometen en su círculo íntimo, será fundacional para su administración. O al menos, es lo que pretende.

En la Casa Rosada son optimistas respecto de la negociación con el FMI. La nueva cúpula del organismo multilateral de crédito, incluso, ya hizo un guiño claro de que se trabaja un nuevo acuerdo. Ayer, en la comitiva que acompañó a Guzmán en Riad, Arabia Saudita, destacaron el encuentro con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, como “un ladrillo más en la pared” y se entusiasmaron con las novedades que pueden llegar desde Washington mañana.

El FMI tiene la llave para darle a Fernández el tiempo que necesita para poner en marcha su plan. El Presidente lo tiene claro, por eso no tiene problemas en acceder a sus requerimientos, esos que antes molestaban. Como, por ejemplo, abrir los libros a los técnicos del Fondo, que harán uso del famoso artículo IV del Convenio Constitutivo del organismo de crédito, lo que habilita la revisión de la economía argentina.

Hace 12 años, cuando era jefe de Gabinete, Fernández era parte del gobierno que no aceptó que el FMI revise los números. Aún resta ver qué piensa de esto su compañera de fórmula, la vicepresidenta Cristina Kirchner, quien hace unos días cruzó a la cúpula del Fondo y les exigió “una quita sustancial” de la deuda. La necesidad tiene cara de hereje.

En paralelo, el Presidente también tiene que atender los problemas que le genera su propia tropa. Cuando no son los cuestionamientos por los “presos políticos” o las diferencias en materia de seguridad entre la Nación y la provincia de Buenos Aires, el propio Fernández sale a aclarar, como lo hizo en las últimas al intervenir para desdecir públicamente a su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, con un asunto sensible como el congelamiento de las tarifas.

Medio en chiste, medio en serio, algunos de los funcionarios más cercanos al Presidente ya no piden a los propios que sumen, sino que, al menos, no resten.

Guzmán trata de no mirar nada de esto. Está enfocado en solo un tema, la renegociación de la deuda. Fernández tiene claro que el respaldo del presidente Donald Trump es clave para el avance del acuerdo con el FMI.

La pared que construye el titular del Palacio de Hacienda está casi terminada, después solo restará probar su solidez.

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