Macri también pone a prueba en las urnas su lugar en Cambiemos

Macri también pone a prueba en las urnas su lugar en Cambiemos

Mauricio Macri no quiere saber nada con esa cuestión, de eso pueden dar fe algunos de sus amigos. En una comida íntima, hace unos 10 días, uno de ellos le preguntó qué pensaba hacer en caso de perder la elección y si contemplaba irse a vivir al exterior, al menos por un tiempo. El tono de la respuesta, casi a los gritos, fue suficientemente claro. Nadie se animó a repreguntar.

¿Qué lugar ocupará en la oposición Macri ante un eventual gobierno de Alberto Fernández? ¿Hay espacio para el Presidente en la construcción en la que ya trabajan, aunque de forma subterránea, algunos de sus principales dirigentes? Las respuestas a estos dos interrogantes cambian sustancialmente de acuerdo con el interlocutor, lo que deja expuesta la tensión que empieza a crecer entre algunos de los principales protagonistas de Juntos por el Cambio.

Ante las dificultades para ganar las elecciones en la Nación y la provincia de Buenos Aires, en el oficialismo comenzó el posmacrismo, proceso que dará a luz a una nueva etapa tras el 10 de diciembre. Ahí confluyen el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; los gobernadores María Eugenia Vidal (Buenos Aires) y Alfredo Cornejo (Mendoza) -ambos dejarán el poder a fin de año-; el candidato a senador Martín Lousteau, y el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, que mientras arma una consultora con Nicolás Massot les confió a algunos de sus allegados que aún no descartó la posibilidad de partir a una embajada europea, independientemente de quién ocupe la cúpula del Poder Ejecutivo.

Dato: ni Macri ni su mano derecha, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, participaron hasta ahora en los reservados encuentros en los que se debate y discute el futuro. Toda una señal de cómo se mueve hasta ahora la organización.

Es que la figura de Macri, respetada por todos, genera divisiones. Algunos creen que debería dar un paso al costado, al estilo de los expresidentes en Estados Unidos, para dejar que se afiancen los nuevos liderazgos. “Es uno de los dos principales exponentes de la grieta”, explicó uno de los articuladores de este espacio. La otra es Cristina Kirchner. Distinta es la mirada sobre Peña, a quien varios dirigentes de peso del macrismo no le perdonan algunas actitudes y le cargan la mochila de los errores en la estrategia electoral que desembocó en la paliza de agosto.

Cerca del Presidente se ríen de todo esto. “Está enfocado en la elección”, descartan rápido cualquier consulta al respecto. Pero la certeza de que algunos de sus principales dirigentes comenzaron a trabajar en el posmacrismo no le cayó bien. Tanto fue así que el Presidente bajó la orden de comunicar que no se va a ningún lado y que, en caso de perder, su obra quedará inconclusa. “Su proyecto es de ocho años”, disparó uno de los hombres con diálogo diario con el Presidente. El desafío con aquellos que quieren sucederlo quedó latente.

Todo dependerá del número final. Si Macri accede al ballottage o se acerca al 40 por ciento de los votos mantendrá la centralidad, aseguran sus exégetas. “¿Quién se anima a correrlo con un piso de 40 puntos?”, razonó un funcionario de trato cotidiano con el jefe del Estado.

Lo que sí cambiará es la forma en la que se toman las decisiones. Hasta el 10 de diciembre todos proponen, pero Macri es quien define. El poder es verticalista. Eso ya no será así, aseguraron tres referentes de los que conforman el nuevo espacio, que algunos llaman “la resistencia”.

Todo se debatirá en una mesa y todos tendrán voz y voto. “Las decisiones se tomarán de forma horizontal, pero lo más importante es que estemos todos juntos”, deslizaron cerca de Rodríguez Larreta y Vidal. Pero lejos de esto, por ahora en la superficie, todos apuestan por la unidad. Es que en las tres fuerzas de Cambiemos anida una certeza: juntos podrán plantarse ante el peronismo y condicionar a Alberto Fernández. Separados no tendrán ninguna oportunidad frente a un peronismo decidido a recuperar la centralidad del poder.

“Tenemos que ayudar a que Alberto Fernández no se vaya al carajo”, lanzó un importante dirigente radical. En el partido centenario se frotan las manos y se preparan para lo que viene, ya que a partir del 27 de octubre será la fuerza con mayor representación -contará con tres gobernadores, 45 diputados y cerca de 15 senadores, sumado a decenas de intendentes en todo el país- de la coalición.

Con ese nuevo escenario, la cúpula radical podría exigir un cambio de las reglas de convivencia; esa es la aspiración del tándem que componen Cornejo y Lousteau. La primera víctima podría ser el hombre fuerte del gabinete macrista: Peña. No son pocos los radicales de Juntos por el Cambio que creen que su tiempo “ya se cumplió”.

Una de las principales diferencias tiene que ver con la apertura. Mientras Rodríguez Larreta, Lousteau, Cornejo y Monzó siempre hablaron de sumar socios al espacio, el Presidente y su mano derecha lo rechazaron. Pero lentamente eso fue cambiando: un ejemplo fue la llegada de Miguel Pichetto. Hoy, Macri está dispuesto a dar un paso más.

Según dijo en una entrevista radial, el país requiere “un acuerdo más amplio”, “discutir en serio y definir cuáles son las prioridades” para que “el presupuesto nacional, la ley base de convivencia del país, deje de ser un botín político”.

Peña, como suele hacer cuando está bajo presión, se repliega y deja actuar. En los últimos días, incluso, mantuvo encuentros con varios de los principales líderes radicales, entre ellos Cornejo. Los antecedentes le juegan a favor: aquellos que lo enfrentaron terminaron lejos del calor del poder.

nepo-adm
ADMINISTRATOR
PROFILE

Posts Carousel