Quizás como nunca en la historia, los ojos del mundo se posarán sobre la Argentina y el Gobierno busca aprovechar la oportunidad para dar un claro mensaje de reposicionamiento internacional para demostrar que logró atravesar la crisis económica.
Por eso la Casa Rosada trabaja sobre tres objetivos. El Presidente les agradecerá a sus pares el respaldo que recibió durante este año y, sobre la base de tres hechos concretos como el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la aprobación del presupuesto y la estabilidad cambiaria, intentará retomar el lugar de liderazgo regional que tuvo hasta que la «turbulencia» se transformó en una «tormenta perfecta» que hizo tambalear la frágil economía argentina.
Esta semana el FMI le dio una alegría al Presidente: el organismo multilateral de crédito aprobó la renegociación del acuerdo y así mandó un mensaje a los mercados de que tiene espalda -en los próximos cinco meses y medio recibirá con US$24.100 millones- para calmar al tipo de cambio y generar estabilidad en el corto y mediano plazo. El tercer reto, el presupuesto, ya consiguió media sanción en Diputados y el Gobierno confía en que se aprobará antes de que el desfile de presidentes comience.
En una ciudad militarizada, Macri tendrá una superagenda cargada de visitas de Estado, reuniones bilaterales y discursos. El jueves 29, por ejemplo, el jefe del Estado se verá por la mañana con el primer ministro italiano, Giuseppe Conte; almorzará con Macron -será en un «lugar especial» y participarán las primeras damas, Juliana Awada y Brigitte Macron- y cenará en Olivos con Trump.
El presidente norteamericano, con quien Macri tiene una relación desde hace años, representa una preocupación en sí misma para la Casa Rosada. En el Gobierno prenden velas para evitar que la guerra comercial que se desató entre Estados Unidos y China se transforme en un foco de atención durante esos días. O que ocurra algo similar a lo que pasó en junio en el cierre de la Cumbre del G-7, el foro que reúne a los líderes de los siete países más industrializados del planeta. Allí Trump, enojado por los comentarios que hizo el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, decidió retirar su apoyo al comunicado que había sido arduamente negociado entre las delegaciones participantes en la reunión.
El 30 de noviembre y 1° de diciembre se verá con la primera ministra del Reino Unido, Theresa May; Merkel, Abe, Putin y Xi Jinping. A eso se sumarán, según confiaron fuentes oficiales, varios encuentros con otros presidentes y primeros ministros, entre ellos algunos de la región como Michel Temer (Brasil) y Sebastián Piñera (Chile), que integrarán un lote de 15 mandatarios invitados especialmente.
Aún no está confirmado si Temer invitará a quien se imponga en las elecciones de hoy en Brasil. Otra particularidad es que el presidente de México, Enrique Peña Nieto, solo estará en Buenos Aires por unas horas ya que deberá volver a su país para entregar el mando al flamante mandatario, Manuel López Obrador. Particularidades de la cumbre.
«Es el evento de política internacional más importante de la historia moderna de la Argentina», dijo a LA NACION el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo. La presidencia de la Argentina es para Macri una oportunidad única. Así lo vive el Presidente, según aseguraron desde su círculo más íntimo. «Se está preparando especialmente», confió un hombre de su extrema confianza. En total, se esperan unas 8000 personas, entre ellas presidentes, ministros, funcionarios políticos y cerca de 2500 periodistas de todo el mundo. La intensidad de esos días será absoluta.
En el Gobierno trabajan a todo ritmo para demostrar que el país está a la altura de la organización de una cumbre mundial de estas características. En ese contexto, la seguridad es clave. El Presidente armó una mesa que integran la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich; el jefe de los espías, Gustavo Arribas; el ministro de Defensa, Oscar Aguad, y Pompeo.
Desde hace semanas que trabajan en los detalles con las principales agencias de seguridad de cada país. Y si bien reconocen que seguramente habrá marchas e incidentes -ocurren cada vez que se reúne el G-20-, cerca de Macri explicaron que la elección del lugar, el Centro Costa Salguero, pegado al Río de La Plata y sin viviendas cercanas, fue para mantener a las posibles protestas de grupos antiglobalización alejados de la cumbre.
«Sabemos que presidir el grupo no es tarea fácil. Nuestra presidencia se propuso desde un comienzo el objetivo de buscar visiones compartidas para los desafíos que atraviesa la realidad global. El consenso no siempre está asegurado, pero tenemos la convicción de que para eso sirve el G-20: dialogar para reunir visiones diferentes y lograr obtener beneficios compartidos. Nuestra tarea es tender los puentes necesarios para lograrlo», describió el canciller Jorge Faurie.
Y agregó: «Estamos orgullosos de tener esta oportunidad de presidir este foro de tanta relevancia. El G-20 implica el diálogo al más alto nivel, donde se dan discusiones con gran impacto global y regional».
La realización de la cumbre le costará al Estado unos 200 millones de dólares, según pudo saber LA NACION. Solo por dar un ejemplo, la reunión de los líderes costará $749.820.419, incluidos el operativo de seguridad, el alquiler del predio, la contratación de intérpretes y hasta los suvenires. En el número final están incluidas las más de 60 reuniones que hubo durante todo el año.
Para la Unidad G-20, el presupuesto es de $3.000, a partir de sus licitaciones programadas.
Según fuentes oficiales, el gasto es significativamente menor al que incurrieron los países que realizaron el evento en los últimos años. «Es un G-20 gasolero», se sinceró uno de los organizadores.