Apertura versus encierro, el debate que monopoliza Cambiemos

Las elecciones presidenciales de 2019 tienen una gran incógnita –quién será el próximo Presidente– y una certeza: difícilmente quien triunfe cuente con mayoría propia en el Congreso, salvo que alguno de los candidatos se imponga con una victoria demoledora. Una situación que, por ahora, las encuestas de opinión no avizoran.

Esta certeza desató, puertas adentro de Cambiemos, una discusión sobre la estrategia electoral que debería articularse no sólo para asegurar el triunfo en 2019, sino para que esta victoria se traduzca en más bancas en el Congreso que lo arrimen a la mayoría. Más allá de las diferencias de criterio, los tres socios de la coalición coinciden en que la debilidad numérica que mantuvo el oficialismo en ambas cámaras durante sus primeros cuatro años de gobierno le impidió avanzar en reformas estructurales que, en un eventual segundo mandato, deben ser claves, como una nueva ley laboral, una reforma previsional –que, según fuente oficiales, el actual sistema es “inviable” – y otra tributaria.

Sumar figuras de otros partidos políticos al gabinete nacional es uno de los temas que están sobre la mesa de discusión. En este punto es donde aparecen las diferencias: mientras que, en el ala política, que integran el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y el jefe del bloque de diputados de Pro, Nicolás Massot, no hay dudas sobre la importancia de incorporar dirigentes “con volumen político” que ayuden a sostener al oficialismo en “las peleas de fondo”.

Otros, en cambio, cercanos al jefe de Gabinete, Marcos Peña, entienden que esa fórmula no es una opción. Aunque esa resistencia, según advierten desde el “ala política” no es de Peña, quien “más entiende la debilidad que sufrió Cambiemos” y la necesidad de volver “al espíritu original de Cambiemos, aperturista y generoso”.

“Tenemos que salir del encierro en el que nos metimos”, avisó uno de los negociadores. Según la denominada “ala política”, los que se niegan a abrir el espacio son “incapaces sin vuelo político que tienen miedo de perder su privilegio”.

La danza de nombres para sumar a un eventual gabinete del segundo mandato de Macri es extensa y la integran, entre otros, actuales gobernadores como el salteño Juan Manuel Urtubey (PJ) y el mendocino Alfredo Cornejo (UCR).

En la Casa Rosada creen que un acuerdo de estas características debería anunciarse después de la elección general, a fin de octubre, y antes de una eventual segunda vuelta. “Será el momento de presentar los acuerdos macro con no más de cinco políticas de Estado”, describieron fuentes oficiales.

Quien planteó el problema sin titubeos fue Massot. En un reportaje con La Nación sostuvo que Cambiemos debía ampliar sus fronteras al peronismo no kirchnerista con el propósito de asegurarse la mayoría en ambas cámaras en el caso de que Mauricio Macri fuese reelecto.

«Es absolutamente prioritario convocar al peronismo republicano en un segundo mandato de Macri. No para ganar una elección, sino para go-ber-nar -remarcó Massot-. El gobierno de Cambiemos no ha podido materializar el cien por ciento de sus propuestas de gobierno. Hay que reflexionar sobre lo que nos pasó y entender que solos no podemos. Aun asumiendo que logremos la reelección, para que nosotros podamos ir a fondo en las reformas para la Argentina se necesitan mayorías y consensos más amplios que no han sido del todo elaborados en estos tres años».

Según Massot, todo indica que las próximas elecciones presidenciales serán reñidas y que Cambiemos se verá en el desafío de conservar su caudal actual de legisladores. «Incluso podemos perder bancas», advirtió.

Los cálculos, en efecto, no son demasiado auspiciosos para Cambiemos. En la actualidad el interbloque oficialista cuenta con 108 integrantes. Le restarían 21 para alcanzar la mayoría. En las elecciones de 2019 pondrá en juego 44 bancas (nada menos que el 40% del bloque), por lo que, para alcanzar la cima del quorum propio, debería arrasar en los próximos comicios. El antecedente más cercano lo protagonizó Cristina Kirchner cuando triunfó, en 2011, con el 54% de los votos: si bien cosechó 86 diputados (sumó 22 nuevas bancas), su bloque quedó en 116 miembros.

Una situación diferente, en cambio, es la del Senado: allí el oficialismo se encuentra casi en paridad numérica con el PJ. El año próximo se renuevan las bancas pertenecientes a la Capital, Chaco, Entre Ríos, Neuquén, Río Negro, Salta, Santiago del Estero, y Tierra del Fuego. En algunas usinas del Gobierno ya plantean algunas estratagemas que van en sintonía con el planteo Monzó-Massot. «Podríamos llegar a un acuerdo con el peronismo de algunas de esas provincias garantizándoles continuidad a cambio de nombres propios en la lista de legisladores en el Senado. Al menos contaríamos con mayoría en una de las cámaras», arriesgó un integrante del elenco gubernamental.

En algunos sectores del radicalismo y en la Coalición Cívica la sola mención de la idea de acordar con sectores del peronismo provoca espanto.

«¿Qué interés podría tener el peronismo en acordar con un oficialismo en debilidad? Es cierto que hoy esa fuerza está atomizada, pero están buscando articularse en una única fuerza porque están convencidos que pueden ganar. Los que insisten en un acuerdo preelectoral con el PJ no hacen otra cosa que expresar debilidad. Lo de Massot fue un sincericidio», asestó un encumbrado dirigente de la UCR.

Un eventual acuerdo electoral con el peronismo en algunos distritos tendría al radicalismo como principal víctima pues, como partido territorial que es, debería ceder cargos y lugares de poder en las provincias. «Es imposible», aseveraron en el centenario partido.

En la Coalición Cívica el rechazo obedece más bien a una razón ideológica; no creen en un acuerdo preelectoral con el PJ sencillamente porque no hay una comunión de ideas con ese partido.

«Lo lógico sería continuar con la misma estrategia que hasta ahora, esto es, lograr acuerdos puntuales, ley por ley, con la oposición. Esa mayoría la conseguiríamos sobradamente porque un eventual triunfo del Presidente dejará al peronismo aún más debilitado «, razonaron.

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