“El número deseable para cubrir la extensión completa de la plataforma marítima argentina es de cuatro submarinos, pero no debería sorprender que finalmente se opte por tres, por dos o por uno”, se sinceró una fuente consultada por este diario.
El ministro de Defensa, Jorge Taiana, visitó en julio pasado las plantas de ambas empresas –Thyssen y Naval Group- y en ese momento declaró a la corresponsal en Francia, Luisa Corradini, que “si un país está sin submarinos, no cumple adecuadamente con la obligación de controlar su propio espacio marítimo”.
Mientras la empresa Thyssen ofreció a la Argentina una versión modernizada del submarino clase 209, la compañía francesa Naval Group propuso el modelo Scorpene, que presenta una dimensión mayor. En cualquier caso, se trataría de desarrollos a largo plazo, estimados en diez años, por lo que la llegada de las embarcaciones estratégicas no sería inminente.
“La inversión está destinada a recuperar la capacidad operativa submarina, que hoy es nula y se intenta suplir con otros medios que intervienen en el control de los espacios marítimos. Pero, hasta que la posible operación se concrete, la Argentina no puede darse el lujo de perder el adiestramiento de los marinos, que hoy se realiza en el submarino Salta –no apto para operar en aguas profundas- y en una capacitación que ofrece la Marina de Guerra de Perú”, confió un vocero naval.
En ese cuadro de situación surge la posibilidad de que la Argentina compre adicionalmente un submarino ya usado –probablemente a Brasil- para destinarlo a la formación y el adiestramiento de sus submarinistas. En la actualidad, dos o tres oficiales y entre ocho y diez suboficiales por año se capacitan en instalaciones de la Escuela de Submarinistas del Perú, para complementar la formación teórica que reciben en la Armada Argentina.
La premisa, se indicó, es “no perder el expertise de ir a inmersión y controlar el submarino”. El adiestramiento de los marinos es fundamental y a eso apuntaría la posibilidad de incorporar una unidad usada.
Las propuestas para la compra de un submarino están siendo analizadas, a cinco años de la malograda travesía del ARA San Juan, que el 15 de noviembre de 2017 mantuvo su último contacto con las autoridades navales, cuando regresaba de Ushuaia, rumbo a Mar del Plata. A la altura del Golfo San Jorge desapareció de los radares y un año después, tras una búsqueda que involucró a embarcaciones de varios países, se lo encontró, a 907 metros de profundidad. Mientras la Justicia investiga las causas del naufragio, la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares informó que detectó una explosión en la ruta que seguía la nave.
“Cualquiera de las dos ofertas –la de Thyssen, que construye los submarinos clase 209, y la de Naval Group, que diseñó los Scorpene que compró Chile- cumple con los requerimientos de la Armada. Entre nada y algo, siempre algo es mucho más”, dijo un oficial naval. Más allá de las funciones prácticas, la puesta en el agua de submarinos constituye una potente señal con fines disuasorios en el mar. En la Armada recuerdan que una de las primeras medidas que Lula anunció al asumir como presidente de Brasil fue la construcción de un Scorpene y de una base naval.
Llegado el momento se evaluarán las modalidades de compra más apropiadas y se verá si la Argentina opta por una transacción de Estado a Estado, o a través de un acuerdo de financiamiento con bancos.