Las advertencias se convirtieron en realidad más rápido de lo esperado. Apenas 48 horas después de la tensa Cumbre del Mercosur donde Argentina ratificó su intención de negociar sola con EE.UU., los exportadores nacionales reportan «demoras inusuales» en los pasos fronterizos con Brasil. Camiones cargados con arroz, harina y productos lácteos están varados en la aduana de Paso de los Libres-Uruguayana, sometidos a inspecciones sanitarias exhaustivas («canal rojo») por parte de las autoridades brasileñas.
Si bien Brasilia niega oficialmente una orden política y atribuye las demoras a «cuestiones operativas de fin de año», en la Cancillería argentina leen el mensaje con claridad: es una represalia comercial de baja intensidad. El gobierno de Lula da Silva muestra los dientes y recuerda la interdependencia económica. «Si quieren jugar solos, van a tener que hacer la fila como cualquier otro país», parece ser la consigna no escrita.
Los empresarios de la alimentación y las economías regionales están en alerta máxima. Brasil es el principal destino de sus ventas y cualquier traba logística implica costos extra y pérdida de mercadería perecedera. La UIA ya se ha comunicado con la embajada argentina en Brasilia para exigir una gestión diplomática urgente que destrabe el flujo.
El Gobierno de Milei enfrenta su primer test de resistencia real en la «guerra fría» con el principal socio. ¿Mantendrá la postura ideológica a costa de las exportaciones o buscará una vía de distensión pragmática? El fin de semana largo servirá para enfriar (o calentar más) los teléfonos diplomáticos.
