Desde las primeras horas de la mañana, el tránsito en las autopistas de salida de Buenos Aires (Buenos Aires-La Plata y Riccheri) muestra una intensidad propia de temporada alta. El fin de semana largo del 8 de diciembre funciona históricamente como el termómetro de lo que será el verano, y los números preliminares sorprenden: a pesar de la restricción en el consumo, la necesidad de «cambio de aire» moviliza a millones de argentinos. Se estima que 1,5 millones de turistas se desplazarán por el país en estos cuatro días.
La Costa Atlántica es la gran ganadora de esta «mini-temporada». Mar del Plata, Pinamar y el Partido de la Costa reportan reservas hoteleras superiores al 80%, impulsadas por el clima caluroso que invita a la playa. Sin embargo, el perfil del turista es austero: predominan los viajes cortos, en auto propio compartido y con alojamiento en departamentos de familiares o alquileres temporarios económicos. El sector gastronómico se prepara con menús promocionales, sabiendo que el ticket promedio será bajo.
Los destinos de cercanía (escapadas de menos de 300 km) como Tandil, San Antonio de Areco y el Delta del Tigre están al 100% de ocupación. Este fenómeno responde a la lógica del «turismo de tanque lleno»: viajar hasta donde alcance el combustible y volver, evitando gastos mayores en pasajes aéreos. Córdoba y Mendoza también reciben buen flujo, pero más dependiente del turismo de mayor poder adquisitivo.
La contracara es la seguridad vial. Con rutas cargadas y un parque automotor envejecido por la falta de renovación de unidades 0km, la Agencia Nacional de Seguridad Vial ha desplegado un operativo cerrojo con controles de alcoholemia y documentación. Se espera que el regreso del lunes sea caótico por la concentración de vehículos en pocas horas.
Este movimiento turístico genera una inyección de pesos vital para las economías regionales antes de las Fiestas. Es dinero que circula internamente y oxigena a comercios que vienen golpeados. Sin embargo, los operadores turísticos son cautos: «Que vengan este fin de semana no garantiza que vuelvan en enero por 15 días», advierten, mirando con recelo la competencia de precios de Brasil.
El argentino promedio ha decidido no resignar su descanso, aunque tenga que financiarlo con tarjeta o achicar gastos en el destino. El «derecho al ocio» se defiende como una trinchera de salud mental en un año agotador.
