El reporte de ADEFA correspondiente a noviembre muestra la «doble cara» de la industria argentina actual. La producción nacional de vehículos creció impulsada exclusivamente por la demanda de Brasil, que ha reactivado su economía y absorbe casi el 70% de las unidades fabricadas en Córdoba y Pacheco. Las exportaciones registraron un salto del 15% interanual, permitiendo a las terminales mantener los turnos de producción y evitar suspensiones masivas de personal técnico.
Sin embargo, el mercado interno sigue en terapia intensiva. Los patentamientos locales cayeron nuevamente, víctimas de precios de los 0km que, medidos en dólares, son los más caros de la región debido a la carga impositiva (que el Gobierno promete bajar recién en 2026) y a la apreciación cambiaria. Un auto entrada de gama en Argentina cuesta hoy un 30% más que el mismo modelo del otro lado de la frontera, una distorsión que aleja al comprador de clase media.
Las concesionarias apuestan a la financiación «tasa cero» para mover el stock acumulado antes del cambio de año modelo, pero el consumidor valida cada vez más la compra de usados seminuevos. El Gobierno les pide paciencia a los fabricantes: asegura que la baja del Impuesto PAIS a los insumos importados terminará impactando en los precios de lista en el primer trimestre del año próximo.
El 2026 se presenta como un año de reconversión. Varias terminales están readecuando sus líneas para producir modelos híbridos, aprovechando el nuevo régimen de movilidad sustentable. La apuesta es transformar a la Argentina en un hub exportador de pick-ups y utilitarios verdes para toda Latinoamérica.
