El desgaste del Gobierno en esta crisis viene siendo muy alto, pero en particular para los cuatro funcionarios que asumieron el mayor protagonismo hasta ahora. Justamente los cuatro que protagonizaron esa ya histórica conferencia de prensa del 28 de diciembre pasado, cuando se anunció un recálculo de las metas de inflación y se dio una señal pública de injerencia de la Casa Rosada en las políticas del Banco Central .
Cada uno recibió fuertes cuestionamientos en su área de influencia. Principalmente desde fuera de la Casa Rosada, pero, aunque en voz baja y siempre con muchísimo cuidado, también desde dentro del Gobierno. Dentro de este contexto, Sturzenegger fue quien se llevó la peor parte de las críticas, a tal punto que durante toda la semana circularon fuertes rumores sobre su posible salida. Los reproches brotaron desde casi todos los sectores involucrados. Aquellos que le tienen simpatía lo definieron como un «cabeza dura». Los que le pidieron a Macri su renuncia hablan de «soberbia» e «impericia» para manejar la crisis monetaria.
Cuando cedió frente a Peña, en diciembre, Sturzenegger perdió una batalla que podría determinar su salida del Banco Central. Ante la falta de resultados frente a su duelo con la inflación, en parte por la táctica de tasas altas que impuso el Banco Central, y frente a la amenaza de provocar una baja en el crecimiento, Macri se decidió por aplicar los consejos de la Jefatura de Gabinete, en especial de sus vicejefes Mario Quintana y Gustavo Lopetegui .
Ese día el Gobierno cambió las metas de inflación, decisión que dejó debilitado a Sturzenegger. Eso se vio con claridad en los últimos días. Frente a la corrida, el titular del Central llevó las tasas al 40 por ciento. El dólar nunca frenó su espiral ascendente. El giro produjo una confusión en los mercados, pero sobre todo ocasionó millonarias pérdidas sin obtener un resultado a cambio. Es más: algunos analistas sostienen que evidenció el nerviosismo del Gobierno en vez de esperar un reacomodamiento natural de la moneda.
Otro que está en el foco de la tormenta es Dujovne, a cargo de la negociación con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde . El titular del Palacio de Hacienda tiene la responsabilidad de que baje el déficit fiscal y de controlar a las provincias para que cumplan con el pacto fiscal que firmaron.
Desde su entorno aseguraron que está «tranquilo» y se siente respaldado por el Presidente. Incluso, al quedar al frente del acuerdo con FMI, describieron fuentes cercanas, quedó «fortalecido» en el equipo económico. A diferencia de Sturzenegger, Dujovne no tiene tantos frentes internos abiertos, pero hay varios que pronostican que dará un paso al costado cuando termine la negociación con el Fondo.
Peña, el poderoso ministro coordinador que extendió su liderazgo y su influencia a todos los rincones del Gobierno, no tuvo su mejor semana. A cargo del mensaje oficial, no fueron pocos los que le facturaron la decisión de que el Presidente fuera la cara del anuncio del comienzo de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, organismo que genera rechazo en gran parte de la sociedad.
Como sucede en cada crisis, al Gobierno le señalan problemas en la comunicación, área que controla Peña. «Faltan voceros que expliquen y tranquilicen a la gente», dijo un integrante del gabinete. El reclamo no solo es para Peña, sino también para la gran mayoría de los ministros que «están escondidos». También le cayeron al jefe de Gabinete críticas por el desgaste que le infligió a Sturzenegger y por su protagonismo en decisiones económicas sin resultado.
A Caputo, en cambio, pocos lo cuestionan dentro del Gobierno y muchos destacan la importancia de su rol. «Toto [como le dicen dentro de la Casa Rosada] es el único que vio venir los cambios en el mundo y se anticipó a eso», confió otro ministro.
Pero no todas son buenas para él. Es uno de los principales apuntados desde la oposición por el nivel de deuda que sumó la Argentina en los dos años y medio de Gobierno. Además, la idea de ir al FMI fue suya, al considerar que la Argentina se aseguraría así el financiamiento del déficit hasta el fin del mandato de Macri.
Pese a todas las críticas, el Presidente no piensa en hacer cambios en lo inmediato, aunque no todos están de acuerdo con esa posición. Algunas figuras del oficialismo consideran que el Gobierno tendría que hacer modificaciones en el gabinete ahora, ya que más tarde perderían efecto y no sorprenderían. Pero no es momento de hacer críticas, y menos públicamente. «Ahora hay que bancar y tomar decisiones», explicaron fuentes oficiales.
Pese al nerviosismo que transmitió el Gobierno en las últimas semanas, aquellos que compartieron reuniones con el Presidente aseguran que está «tranquilo y convencido». Y que el desgaste que está sufriendo -la tendencia a la baja de la imagen del Gobierno se mantiene inalterable desde hace poco más de dos meses- no lo preocupa. «No trabajamos para ganar elecciones. Íbamos camino a ser Venezuela, vinimos a cambiar el país», se defendió con fastidio un hombre con acceso diario al despacho presidencial.
Quedó muy debilitado. Lo definen como un «cabeza dura». Otros le atribuyen «soberbia» e «impericia» para manejar la crisis monetaria.
Quedó en la mira por ser el estratega de una comunicación que luce insuficiente. Su papel en la política económica también es cuestionada.
Está a cargo de la negociación con el FMI. Le reclaman mejores resultados en la baja del déficit. Sus anuncios no lograron calmar a los mercados.
Fue el impulsor de la idea de recurrir al FMI. La oposición lo responsabiliza por el alto nivel de endeudamiento del país.