No son horas en las que debe estar pensando que llegará más fresco a Moscú, sino en las causas de un fracaso deportivo que no estaba en los cálculos de nadie. Una de las mayores sorpresas de la temporada tiene a Messi con cara de derrota, apurado e impotente en esos diez minutos finales en busca de un descuento que le hubiera dado la clasificación.
Le puede hacer bien a su cuerpo alivianar el calendario de cara al desembarco en el Mundial, pero este cachetazo no le hace bien al prestigio futbolístico de Messi, bandera de Barcelona. Así como muchos de los éxitos se explican por el rosarino, las decepciones del equipo también son de su responsabilidad.
Es inexplicable por donde se la mire la eliminación de Barcelona, un equipo que desde la asunción de Ernesto Valverde se caracteriza por su seriedad y no subestimar ningún compromiso. Barcelona no se aboca al lirismo ni tontea los partidos. Suele ser práctico, consistente y contundente. Con menos juego y elaboración en el medio que en otras épocas, se caracteriza por ser sólido atrás y adelante ejecuta con Messi y el acompañamiento de Luis Suárez. Barcelona había pasado a ser más pragmático que vistoso. Con esos atributos se pensaba que iba a saber llevar adelante el desquite con Roma, el rival que las potencias querían cuando se hizo el sorteo de los cuartos de final.
Barcelona había recibido tres goles en los nueve encuentros anteriores de la Champions League. Era el arco mejor custodiado de la competencia, hasta ayer. No reaccionó a nada; ni al gol de Dzeko, un centrodelantero que exigió a una zaga (Piqué-Umtiti) demasiado estática; ni al penal del emblema romanista, De Rossi, y terminó por entregarse cuando defendió débilmente un córner que el zaguero Manolas cruzó con un cabezazo.
Entre lo raro que fue todo hay que anotar la amonestación de Messi, en una imagen infrecuente, con una patada desde atrás a Kolarov. Al N° 10 ni siquiera se le dio en los tiros libres, una suerte en la que venía muy bien, con seis conversiones en la Liga de España y uno en la Champions. Los dos que remató no trajeron consecuencias.
Mientras Cristiano Ronaldo brilla en la Champions con triunfos y goles espectaculares, y las medallas colgadas de los últimos dos títulos, a Messi se le atragantó por tercera vez consecutiva en los cuartos de final. Antes fueron el Atlético de Madrid y Juventus. Roma fue el verdugo más impensado. Desde 2006 obtuvo cuatro Orejonas, pero solo una en los últimos siete años, período en el que Cristiano levantó tres.
Hay un dato muy sugestivo sobre la relación directa entre las eliminaciones de Barcelona en la Champions y la falta de gol de Messi en esos partidos. En las nueve ocasiones que Barcelona no pasó un play-off, el rosarino no marcó. Ocurrió con Liverpool (2007), Manchester United (2008), Inter (2010), Chelsea (2012), Bayern Munich (2013), Atlético de Madrid (2014 y 2016), Juventus (2017) y Roma (2018).
Messi cierra esta edición con seis tantos (misma cantidad que en 2015/16); los más importantes fueron los marcados a Juventus en la etapa de grupos y los tres a Chelsea en la serie de los octavos de final.
El destino quiso que viviera uno de los tragos más amargos de su carrera en un escenario, el Olímpico de Roma, que le traía los mejores recuerdos. Cuando lo consultan por sus goles más lindos, Messi pone entre los primeros el que hizo en la final de 2009 ante Manchester United. Un cabezazo de emboquillada por encima de Van der Sar.
Tiene a centímetros la Liga de España y la final de la Copa del Rey ante Sevilla. Al este de Europa Messi ya tenía que ir por el Mundial. Pero en su ilusión seguro que estaba una escala previa en ese dirección, el 26 de mayo, en Kiev (Ucrania), donde se jugará la final de la Champions. Ya la borró de su agenda. Dispone de tiempo para canalizar la rabia de ahora en energía para el Mundial.